domingo, 8 de marzo de 2015

"La luminosidad de los Lunes" por Diego Vigil Quiñones

Según enseñan los filósofos, “la interferencia de ámbitos, al crear ámbitos nuevos y superiores, produce una peculiar luminosidad y suscita un clima de gozo” (Alfonso López Quintás, Catedrático de Estética de la Universidad Complutense, en su obra Estética de la creatividad, cap. XXIII). Por interferencia entienden la formación de ámbitos en los que se mezclan otros ámbitos: por ejemplo, un pueblo, o la afición de un equipo son interferencia entre cada una de las personas que se agrupan e interfieren agrupándose en el ámbito en cuestión.

Ese gozo, esa luminosidad que genera la formación del ámbito superior (del conjunto de la afición), se suele expresar en todas las comunidades en todo tipo de manifestaciones visibles (edificios que representan al común de la comunidad, como por ejemplo los Ayuntamientos, pero también los estadios deportivos –que son un símbolo, son expresión de un ámbito lúdico donde se realiza la interferencia de ese ámbito-). Además de en objetos, la luminosidad se expresa en la instauración de fiestas, las cuales “dan cuerpo visible a algo que de forma más bien inexpresa ejerce una determinada influencia sobre nuestra vida durante todo el año” (Loc. Cit). Expresado de modo sencillo: nuestras fiestas expresan algo que para nosotros es valioso todo el año. Determinados días lo celebramos. Para que se comprenda: cada familia celebra los cumpleaños de sus miembros. La celebración se produce sólo ese día, pero lo que se celebra (el aprecio por el que cumple años), dura toda la vida, todo el año. La fiesta se celebra para simbolizar y actualizar el motivo de celebración de forma expresiva. Por eso se dice que la fiesta ilumina el resto del año, el resto de los días: cuando celebramos un cumpleaños, o algo importante (por ejemplo, que nuestro equipo gana un torneo importante), al día siguiente se levanta uno con el gozo de lo que celebró la víspera. Probablemente, si el lunes es tan maldito como parece, es porque no celebramos el Domingo bien. Si lo hiciésemos, el gozo del lunes sería comparable al de un aficionado al día siguiente de ganar su equipo un torneo importante.

A la vista de esto, cabría preguntarse: ¿ilumina algo la triste realidad del lunes la fiesta del día anterior?

Profundizando en este esquema filosófico (la interferencia de ámbitos genera luminosidad que se expresa en la fiesta e ilumina todo el año), afirma López Quintás que la fiesta “solo es para mi verdaderamente fiesta si la vivo como tal, como compendio y símbolo de una vida interaccional, y no la tomo como espectáculo, como algo que no me afecta personalmente y en lo cual no tengo parte. De ahí la adulteración que sufre –por desarraigo- el folklore cuando de la plaza del pueblo pasa a los tablados de teatro y se convierte en mero “espectáculo” (Loc. Cit).

A la vista de éstas consideraciones, podríamos preguntarnos: ¿experimento algún lunes la alegría de un aficionado cuyo equipo ha ganado la vispera un torneo importante? Seguramente la mayoría responderá que no, y que el lunes es un día maldito, oscuro y sin la luz de esos días siguientes a una victoria. Pero a la vista del planteamiento (la luminosidad de la fiestas que dura todo el año), la causa tal vez sea, no el lunes en sí, sino la deficiente celebración del Domingo. Animo pues a cada uno a cuidar el Domingo, pues seguramente con ello el lunes pasará de maldito a luminoso.

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